23.7.05

Castigo

La tibieza de la sangre surcando infinitos caminos borgoña sobre mi piel llamó la atención de los que estaban a mi alrededor.
Complacidos me miraron, aplaudiendo la calidez que emanaba de mis heridas. Cual Cristo tumbado, estiré mis brazos en forma de cruz mientras cruzaba mis piernas. Gritaban en éxtasis mientras me sentía sumida en un líquido viscoso.
Ya no podía moverme, el sueño me arrastraba a la inconsciencia, a la inexistencia.
Echando un último vistazo a lo que sería el mausoleo de mi alma, los vi lamiendo el suelo, retozando sobre mi sangre recién derramada.
Y ahora veo mi cuerpo putrefacto, descomponiéndose; mientras yo, sin ojos ya pero que todo lo veo, me miro a mí misma siendo pasto de los insectos.